–¿Qué diablos...¡!?– A Cristock le sorprendió muchísmo leer esa frase. Nadie antes se había referido a los extraños seres de Tierra 2 como "duendes". Es un mote que Cris le había puesto desde el principio, pero que no había escuchado a ninguna otra persona ni en ningún medio de comunicación. Se les conoce habitualmente como los "pequeños humanoides", o "humanoides" a secas, en la prensa internacional. –Inquietante coincidencia. Y más ahora, que ni puedo preguntarle nada a este hombre... de la cara cóncava.– El humor de Cristock se hace cada día más negro; preocupantemente lóbrego...
–Tomaré esa explosión como pistoletazo de salida. Ahora empieza la fiesta, infraseres...– Abre el encuade del telescopio para tener una visión más global de la calle. Está casi vacía. Detecta a los adolescentes que detonaron el explosivo. Estos, entre risas y codazos, se acercan de nuevo al anciando para observar "su obra". Al poco rato empiezan a golpearlo, como queriendo rematar algo que ya está terminado realmente. Cristock no quiere seguir observando más violencia y se mueve a otra zona. Dirige el telescopio hacia una parte un poco más apartada y oscura, apenas iluminada por las farolas colindantes. Un callejón sin salida, literal y metafóricamente. Espera unos minutos pero no ocurre nada. Se levanta entonces para prepararse otro café pero justo en ese momento ve a una joven pareja que se acerca a lo lejos. Cristock vuelve a sentarse.
Hace zoom, muy lento, acompañando a la pareja mientras se aproxima al callejón. Ahora puede observar mejor sus rasgos. Se trata de un chico bastante corpulento y su novia, ambos cogidos de la mano. Los dos van muy abrigados; sería difícil distinguir de quienes se trata, en caso de conocerlos, pues la ropa apenas deja libre parte de sus rostros, los cuales también están medio ocultos tras bufandas, gorros y otras prendas. Tan sólo el largo y rubio pelo de la muchacha aporta una pincelada de –materia orgánica con vida entre tanta materia textil muerta–. Así es como Cristock describe la escena y, quizás, no vaya muy desencaminado. Realmente esa larga melena parece un anzuelo demasiado vivo para estos territorios oscuros y aparentemente inertes.
Cristock permanece con el corazón en un puño mientras los enamorados pasan por delante del siniestro callejón. Pero finalmente los muchachos atraviesan la bocacalle sin percance alguno. Cris los sigue con el telescopio; acerca más el encuadre hacia ellos y entonces descubre a tres chavales escondidos a la vuelta de la esquina. El corazón de este astrofísico, acostumbrado a galaxias que se mueven a un milímetro por siglo, se acelera cada vez más. Una parte de él le pide a gritos avisar (a gritos) al par de tórtolos para que salgan corriendo. Pero su otro yo, el Mr. Hyde que lleva dentro, le incita a esperar; esperar y observar... y eso es justo lo que hace.
En cuanto la pareja cruza la esquina, los tres vándalos se abalanzan sobre el chico. A pesar de su corpulencia, consiguen inmovilizarlo casi al momento. Dos de ellos se encargan de empujarlo contra una viga bastante oculta y lo atan contra ella con los brazos hacia atrás. El otro agresor se ocupa de la muchacha: la agarra por detrás pero ella no para de moverse, así que el chaval le pone un cuchillo al cuello, a lo que ella reacciona aquietándose. El novio parece fijarse en ese detalle y saca fuerzas para liberarse de los otros dos. Corre hacia su chica y forcejea con el matón; la muchacha consigue escapar y su pareja aprovecha para encararse de frente al agresor. Un sólo puñetazo lo deja KO. Entre la corpulencia, la ira contenida y lo bien que habrá encajado el golpe, el esbirro se desploma contra el suelo como un peso muerto. –Si no hubiera visto el golpe diría que sufre de narcolepsia...–
Los otros dos asaltantes se habían mantenido a cierta distancia antes de la puñada, pero de pronto aparecen otros cuatro hombres del callejón y todos unidos corren a por el novio. Son seis contra uno, pero aún así ninguno de ellos se atreve a dar el primer paso. Lo acorralan en círculo. –Esto me suena...– Uno de ellos lo agarra del abrigo por detrás y tira de él, haciéndole perder el equilibrio. Los demás aprovechan la ocasión para lanzarse sobre la fornida víctima. Consiguen encallarlo y uno de ellos le entapona la boca con un paño que lo deja inconsciente a los pocos segundos. Cae al suelo y algunos de ellos le dan patadas durante un rato.
Dos de ellos arremeten contra la chica, quien no había escapado por miedo a abandonar a su pareja. La sujetan violentamente y se la llevan al callejón.
Dos de ellos arremeten contra la chica, quien no había escapado por miedo a abandonar a su pareja. La sujetan violentamente y se la llevan al callejón.
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