Translate

viernes, 4 de octubre de 2013

XLVI

Su hija Abby corre hacia su padre y él la levanta en el aire con energía y le da mordiscos/besos en el cuello, a lo que Abby reacciona gritando. La niña es ya una pequeña mujercita. Cris ya no puede mantenerla en el aire tanto tiempo como antaño, pero aún así hace un gran esfuerzo por tenerla en brazos, llegando incluso a sudar levemente. A Cristock le merece la pena, no sólo porque quiere aprovechar al máximo el tiempo con su hija sino porque de esta manera también se excusa de tener que hablar con su mujer...

Finalmente deja a Abby en el suelo y ésta corre a una pequeña habitación contigua, llena de dibujos hechos por ella. Al parecer la niña ha querido imitar a su padre y éste le ha dejado una habitación entera para que dibuje lo que quiera en las paredes. Cristock se ve obligado entonces a manteber una charla con Eleanor. Se ven tan solo cada x meses y casi no hablan por teléfono por lo que, aún siendo marido y mujer, no tienen muchas cosas de las que conversar actualmente. Y los pocos temas que tienen en común, ya sea su hija o la llegada de los duendes del espacio, han terminado casi siempre en discusión o subida de tono. 

Aún así mantiene una breve charla formal y superficial para salir del paso. Cristock se dirige entonces a la habitación de Abby, pero Eleanor le para para preguntarle sobre otras vicisitudes sin importancia. Parece interesada en hablar, más que otras veces, quizás el distanciamiento haya activado ciertos sentimientos. En todo caso Cris le responde pasajeramente mientras continúa yendo hacia el cuarto de su hija. Ella no es la única que está resentida, al fin y al cabo fue ella quien se distanció de él, por causas que él todavía no comprende. De hecho, quizás ni ella misma sepa la razón, pues fue todo muy rápido lo que sucedió años atrás. Quizás por comentarios sobre él, de gente que no lo conoce en persona, e incluso influenciada por la prensa amarillista, llevaron a ambos a discutir con frecuencia.

Eleanor se queda sola en el gran salón. Aprovecha para reparar en objetos en los que nunca se había detenido lo suficiente. El telescopio aracniforme está tapado con una gran manta casera de lana. Cristock nunca se lo ha enseñado ni a su mujer ni a su hija; ni a nadie en realidad. Ella se acerca tranquilamente hacia el misterioso objeto mientras observa a su paso otras rarezas del científico. Alcanza el telescopio y examina de cerca la extravagante figura oculta tras la gruesa manta y levanta con cierto desinterés una esquina de la misma. Se aprecia parte de una pata del extraño armatoste, pero en seguida la manta cae por su propio peso, dejando a la vista el grotesco e imponente "aracnoscopio".

Cristock se da cuenta y disimula intentando llamar la atención de su hija, pero la niña lo ha visto antes incluso que él y ya está corriendo hacia el enorme trasto de metal. Abby no para de revolotear alrededor del telescopio, sin parar de hacer preguntas a su padre sobre él: que cuánto alcanza, que cuánto dinero vale, que qué está buscando, que si puede ver algo ahora,... Cristock intenta responder alguna pregunta salteada, en especial la misma que también se está preguntando su mujer desde el silencio: ¿qué está buscando?

El bueno de Cris intenta saciar las dudas de su hija, siempre con cierto humor irónico habitual en él, pero cuando va a por la pregunta clave, Eleanor le corta, también con "humor", con un inesperado sarcasmo sobre la utilidad de ese telescopio: espiar a la vecina de enfrente, comenta ella. A lo cual la niña reacciona interesada en el tema. Mira a la madre con gran curiosidad y pregunta ahora sobre esa supuesta vecina: que por qué la espía, que si es una asesina, que si va a llamar a la policía,... Cristock tapa el telescopio con pocos modales, ya algo agobiado, lo que intima a su hija y sobre todo a su madre, que le pide ahora que no haga más preguntas, que no le agobie. Gesto que Cris agradece, también desde el silencio.

Pero Cristock, sin pausa, se dirige apurado hacia la puerta de la entrada, que todavía permanece abierta. No vive nadie más ni en esa planta ni en la anterior, no obstante cierra la puerta, no con su habitual delicadeza, pues es todavía presa de un leve histerismo. Esto desconcierta un poco a su mujer, quien se acerca ligeramente a su hija de forma inconsciente e instintiva. Cristock coge entonces los prismáticos de juguete, se gira hacia Abby y sonríe.  

Abby abre los ojos de par en par y corre a cogerlos. Cristock se acuclilla y le muestra cómo funcionan los prismáticos. Ella le pregunta si son nuevos, a lo que él responde que sí, pero al momento se fija en una leve mancha pardusca que desentona en el rosa del plástico. Es sangre reseca. El hombre reacciona ingeniosa y estrafalariamente; le dice que si no los quiere se los come. Y el padre hace que se come los prismáticos, como un teleñeco. La niña se ríe, algo tímidamente, pues tiene esa edad (pre-adolescencia) en la que sabe ya reírse por compromiso si es necesario. Cris aprovecha que ha manchado de saliva el juguete y va al baño a limpiarlo con una toalla. Lo limpia a conciencia, como queriendo purificarla, purgarla de todo pecado hospedado en esa sangre suya.

Vuelve al salón-entrada y le devuelve los prismáticos a su hija. Ella empieza a trastear con ellos. Son unos prismáticos de juguete, pero incorporan ciertos avances digitales, con información en pantalla y realidad aumentada, por lo que la niña los disfruta a pesar de que ya no es una niña.

Cris se rasca la espalda. La excitación del momento le ha hecho sudar aún más. –Y acabo de ducharme...– Se frota sin apenas delicadeza, retorciendo el brazo tras su espalda. No se atreve a mirar a la que todavía es su esposa. Sabe que ella no le está quitando el ojo de encima. No ha parado de vigilarlo ni un segundo desde que ha llegado. Eleanor lo observa como a un microbio tras el microscopio. Cristock no quita la vista de los prismáticos de su hija, los clava ahí y no consigue reunir valor suficiente para levantar la mirada hacia su mujer. –Soy un mierda.–

No hay comentarios:

Publicar un comentario