¡Plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas,...!
Se topa de pronto en el escenario de un auditorio que lo recibe con un caluroso aplauso.
¡Plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas,...!
Un salón descomunal al menos para un auditorio bajo tierra donde se suponía no había más que roca. Está casi a oscuras, pero se aprecia su tamaño: de un aforo aproximado de casi mil asientos, todos ellos ocupados por sendas personas y, frente a ellos, un palco por donde Cristock acaba de hacer su aparición. A su espalda, como fondo de ese balcón, una monumental pantalla, idéntica a la que él usaba en la sala de mandos de la Lente. Sospecha si será esa misma, pero en seguida deduce que debe tratarse de una copia que habrán encargado en el momento de creación del proyecto y desde la cual, de seguro, habrían estado viendo todo lo que Cristock observaba presuntamente en privado... –Así es.–
Grimble avanza hasta mitad del escenario. Los aplausos van apagándose poco a poco. –En nombre de mi pueblo, Cristock, te pido disculpas por todas las injusticias, aunque necesarias, para contigo.– La vista de Cristock se va haciendo a la nocturnidad del espacio y empieza a apreciar más detalles en su entorno y en el público allí presente. –Este evento es también una oportunidad para nosotros de darte las gracias por tu conspicuo trabajo en la creación de este Visor intemporal.– Por fin Cristock consigue definir esa masa de público que lo observa ahora en respetuoso silencio y constata que el auditorio entero está "¡plagado de duendes!".
Tan sólo un pequeño porcentaje de todos ellos son humanos. El 95% son mensajeros, seres extraterrestres que van, algunos de ellos, cubiertos con túnicas similares a las de Grimble, pero la mayoría vistiendo con ropa de calle, "de personas normales". Quizás por esa razón Cristock no se percató, en un primer vistazo, de que en verdad se encuentra en el corazón de una ciudad subterránea poblada por estos seres. Y en seguida se pregunta si habrá metrópolis similares a ésta alrededor del mundo. –Así es, Cristock.– Grimble le explica que tienen otras cuatro urbes en puntos dispares del planeta, pero que la mayoría de su pueblo se hospeda bajo el mar y particularmente en las profundidades del océano Pacífico.
Los duendes/mensajeros y las personas se van sentando. Cristock está en cuerpo y alma anonadado; no da crédito de lo que ven sus ojos. Son tantas las preguntas que le vienen a la cabeza... –Dispara.– Cristock mira a Grimble y se queda en blanco unos segundos, como un niño que, abrumado ante un escaparate repleto de chucherías, no sabe qué escoger. Se pregunta cómo pueden vivir bajo el agua, qué es lo que construyeron ahí abajo y cómo; qué materiales. Cómo los humanos no se han enterado nunca de su presencia. Por qué ese interés de ver el pasado de la Tierra. Cómo viajan a la velocidad de la luz... –Con luz.– Grimble responde al fin y justo en ese momento un potente foco de luz alumbra el escenario.
–¿Has visto? "¡Ja ja!"– Ante la coincidencia del foco de luz en ese justo momento, Grimble transmite a Cristock la sensación de sorpresa; una especie de sonrisa telepática. El científico mira al duende y le parece apreciar lo que supone debe ser una sonrisa para estos seres. Sutil, muy sutil, pero sonrisa al fin y al cabo... Grimble señala una silla que hay a un lado del palco e invita a Cristock a tomar asiento. Mientras lo hace, Grimble continúa explicándole que, para viajar a velocidades próximas a la de la luz, tan sólo necesitan propulsarse con luz. Que una vez alcanzada cierta velocidad en el espacio con propulsiones de combustión, es el momento de usar fotones como fuerza de empuje. –Imagina una nave con forma de linterna gigante.– Termina puntualizando que, como ya se habrá dado cuenta, la cantidad de luz necesaria para ello es descomunal y la aceleración en todo caso ínfima pero, en cualquier caso, y según la tercera ley de Newton, a toda acción se opone una reacción igual en sentido contrario. En este caso la acción son fotones disparados a la velocidad de la luz y la reacción es, por tanto, una nave propulsada a dicha velocidad. –Disparatadamente sencillo, ¿verdad?–
Ya están todos sentados, incluido Cristock en una esquina del estrado. El duende, en el centro del escenario, iluminado por el foco de luz, se dirige a todos los asistentes y hace una breve presentación de Cristock, a quien ya todos conocen perfectamente. La gentileza con la que Grimble habla sobre Cristock, así como la transparencia con la que responde a sus dudas, hacen que se genere un rápido vínculo de confianza; casi se diría que le está cogiendo cariño...
Y ahí sentando, Cristock, en una esquina, a oscuras, frente a casi mil duendes y unos cuantos humanos, bajo tierra, es, de lejísimos, la situación más extraña jamás experimentada en toda su vida.
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