Cristock se gira para saber quién acaba de hablarle. En un primer instante su retina le juega una mala pasada haciéndole creer que es un niño, pero se trata, como ya llevaba sospechando un buen rato, de un duende. Un ser de apenas un metro de alto vestido con una pintoresca túnica de un color crema claro.
Franklin, Giovanna y demás personal le saludan mostrando un excelso respeto. Cristock se fija en detalle en su rostro. Queda en shock al ver ese ser por fin frente a frente, sin lentes de por medio y en tiempo y espacio real. Se siente excepcionalmente abrumado por tanto detalle. Le cuesta, incluso, mirarlo directamente a la cara. –No te asustes. ¿Acaso tengo pinta de peligroso?–
El hombrecito se dirige a Cristock por medio de algo parecido a la telepatía, o quizás exactamente eso. Cristock tarda en salir del shock. Todavía no acaba de creerse que tenga delante a uno de esos seres... –Puedes llamarme Grimble.– El científico enseguida se da cuenta de que el duende puede no sólo hablarle con la mente sino también leer la suya, lo que incomoda bastante a Cristock pero al menos agilizará mucho el diálogo... Mientras hablan por medio de la telepatía, Franklin y Giovanna, así como los hombres que los acompañan, hablan entre ellos en voz baja, pues saben que ellos dos están conversando pero no pueden intervenir en dicho diálogo de ninguna forma.
El duende recoge el libro del suelo y le explica que la ultra civilización no es más que un término que ellos, los "mensajeros", usan para referirse a la utopía real de una sociedad evolucionada hasta la casi perfección cívica, y que su especie está a punto de alcanzarla. Cristock supone entonces que estos seres han estado conviviendo con los humanos durante toda la historia... –Y así es.–, responde Grimble mientras coloca el libro sobre las manos del esqueleto decapitado. Y continúa aclarando que sólo un pequeño porcentaje de su pueblo habita en la Tierra pues, la mayoría, como él bien sabe, están de camino...
Grimble les invita a seguir caminando y el grupo se adentra entonces más en las entrañas ocultas de la Lente. El duende también aprovecha la presencia de Cristock para agradecerle su prodigioso trabajo para con la Lente Espía. Cris se pregunta por qué no la construyeron ellos mismos, si son mucho más avanzados que el hombre, a lo que Grimble contesta que no pueden ni quieren delatarse construyendo algo tan llamativo. –Al fin y al cabo lo habéis conseguido sin nuestra ayuda, ¿no es así?– Aclara que nunca han querido intervenir en la evolución humana, –bueno, hasta ahora...– Cristock se pregunta a qué se refiere con eso, pero el duende no responde esta vez... En lugar de eso resuelve una duda universal que por supuesto Cristock también se ha preguntado en varias ocasiones, aunque no ahora mismo: Grimble revela que tampoco intervinieron en la creación de las Pirámides de Egipto. –Con agua.–, se adelanta a responder el duende a la pregunta que Cris aún no ha planteado pero que lo acabaría haciendo: "¿Cómo se construyeron?" El duende va dibujando algo en una pequeña pizarra que le han prestado, mientras siguen caminando.
Grimble continúa aclarando dudas que sabe atormentan a Cristock. La principal es la que hace referencia a Tierra 2 y, aunque Cristock ya lo sospechaba, el duende desvela que se trata, efectivamente, de un espejo en mitad de la galaxia. –Uno de los cientos de espejos que hemos ubicado en una circunferencia alrededor del sistema solar.– Cristock necesita detenerse, ante semejante bomba informativa, para asimilar lo que acaba de escuchar en su cabeza, pero Grimble continúa instruyendo, bajo la atentísima mirada ce Cris. Le aclara que todos ellos están interrelacionados, sincronizados y se mueven de manera intermitente, de forma que, desde la Lente, se pueda observar casi cualquier instante en la historia del hombre. –Has colaborado en la construcción de una máquina del tiempo visual.–
Cristock diría haber notado cierto orgullo en este parabién por su trabajo y apostaría a que aquel ser se alegraba de haberle quitado un peso de encima. Y desde luego que liberó a Cris de un buen lastre que ha llevado arrastrando todo este tiempo... Ahora todo era más caótico que antes, desde luego, pero este nuevo caos encaja, se complementa, como lo cóncavo y lo convexo, con ese otro caos interestelar que tenía en su cabeza. –¿Seguimos?– El duende le propone continuar caminando y lo hace con un tono exóticamente afable, casi sonriente. Cristock no sabe si la conversación tan amena, las frases de corte coloquial e incluso el nombre de Grimble, que parece sacado de un relato sobre duendes, son detalles infundidos por él para hacer de esta situación un momento lo más cómodo y cercano posible... En todo caso no le importa en absoluto que así fuera.
Han caminado tanto y Cristock está tan pendiente de lo que Grimble le cuenta, que el astrónomo hace ya tiempo que perdió el norte. Se siente como en una montaña rusa, en la cual, tras varios rizos y tirabuzones de infarto, la memoria espacial se rinde ante ella y se deja llevar. Son tantas las novedades y tan impactantes los puntos de giro que está viviendo, que el bueno de Cris se siente como ebrio. –Y aún queda lo mejor.– Se paran frente a una gran puerta de doble hoja de lo que parece la entrada a un grandioso salón de actos subterráneo. El duende le concede el paso a Cristock. –Los humanos primero.– Giovanna le hace un gesto al duende, tocándose su bolsillo de pecho. Cristock se fija en ello y enseguida entiende que están hablando, por telepatía, sobre la pastilla para la ansiedad. Eso le infunda orgullo y se decide a entrar en la sala con gran decisión.
¡Plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas,...!
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