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viernes, 30 de agosto de 2013

LI

LA LENTE ESPÍA

Capítulo 7

El helicóptero aterriza en el parking del complejo Telescopio / centro comercial. Lo que otrora fue un lugar lleno de actividad es ahora un edificio en ruinas aparentemente abandonado y totalmente cerrado al público. De hecho, los militares que rodean este bloque de cemento y sus inmediaciones, son la única señal de vida en varios kilómetros a la redonda. La vegetación empieza a adueñarse del lugar, incluso pequeños árboles brotan ahora del asfalto.

Del helicóptero, bajan primero el médico y los otros dos hombres, dejando a Cristock y a sus ex colegas a solas. Antes de bajar, Giovanna le ofrece a Cris una pastilla, le dice que es para la ansiedad, que le vendrá bien. Cris desearía tomársela, pero la rechaza. Él insiste y, mientras se la muestra sobre la palma de su mano, mira hacia el edificio y luego a Cristock con gesto muy serio, asintiendo y pestañeando lentamente. –Qué diablos ocurre ahí dentro... ¡!– Si ya antes la necesitaba, ahora desearía tomarse un par de ellas. El misterio de lo que le depara el nuevo interior de la Lente Espía hace que su corazón lata con fuerza, pero Cris trata de disimular y de nuevo rechaza la pastilla. Con decisión se dispone a bajar del helicóptero y uno de los hombres de afuera le ayuda a bajar. Instintivamente acepta su ayuda aunque se arrepiente de ello antes incluso de tocar suelo.

Para contrarrestar la docilidad de haberse dejado ayudar, se planta ahí mismo mirando hacia arriba con los brazos cruzados, deleitándose de su obra, el Telescopio, durante unos instantes. Intenta aparentar vigoroso, pero las hélices del helicóptero todavía giran con fuerza entre la Lente y él, actuando como el insaciable obturador de una cámara de fotos, que acaba por marearlo un poco. Franklin, que ya ha bajado también, le da una resuelta palmada en el hombro en señal de –Eh- Eh... Sí. Sí, vamos allá.– 

De camino al interior, todavía con el rotor del helicóptero revoloteando por detrás, Franklin le dice que ellos no son los únicos que quieren agradecerle su trabajo. Hay más gente ahí dentro y a todos ellos les gustaría conocerle en persona. Cristock se siente abrumado ante tal expectación, pero al mismo tiempo se ve a sí mismo como a un perdedor. Franklin es apenas unos pocos centímetros más alto que Cris, y Giovanna el más alto de los tres; ambos lo suficiente como para que Cris tenga que levantar la mirada para hablar con ellos. Aún así, a pesar de esa diferencia poco significativa, Cristock se siente ahora como un apocado niño entre dos torres humanas que lo escoltan hacia un borroso y enigmático túnel...

Cristock siempre ha ido por delante de ellos. Era él quien tenía solución para la mayoría de problemas que la faraónica Obra planteaba constantemente. Él no hacía preguntas, sólo daba respuestas. Fue el epicentro técnico durante todo el proceso de creación de la Lente. Entonces... –¿Por qué soy ahora el último mono?–

El bueno de Cris tiene la sensación de haber sido utilizado por sus dos compañeros y quizás por mucha más gente a la sombra. Siente incluso que ha sido utilizado por todo el mundo, literalmente. Hasta ese punto llega su ego y la manía persecutoria que le persigue maniáticamente desde su infancia.

Pero lo que a Cris más le crispa es la sensación de no estar en posesión de la verdad. Aún no tiene ni idea de lo que se va a encontrar ahí dentro pero, sea lo que sea, sabe que ellos tienen razón y él estaba equivocado. 

Llegan a la puerta y, antes de traspasarla, Giovanna se para un momento para pedirle disculpas a Cristock una vez más, por no haberle informado de éste, el proyecto final, hasta ahora. Le confiesa que sin duda es él quien debería estar al tanto y, por qué no, al mando de toda esta organización antes que ningún otro ser humano. Franklin añade que sin su genio controlando todo el proceso de la Lente Espía, ésta no podría haberse llevado a cabo, o al menos no tan rápidamente ni con tal precisión. Y es precisamente por ello que se han visto obligados a mantenerlo al margen de la Transición, para evitar distracciones fatales en él. –¿Entramos de una vez, o vais a seguir dándole al pico...?– Cristock no deja de mirar hacia el interior, tratando de ver algo en la penumbra...

Por fin otra palmada –asquerosamente– paternal de Franklin en el hombro de Cristock marca el pistoletazo de salida, en este caso entrada, hacia el pasaje del terror.

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