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viernes, 6 de septiembre de 2013

L

Cristock no para de borrar frenéticamente su geoglifo de la ventana, como si fuera el odioso grafiti de un adolescente. 

¡RIIING!

Y en parte así se sentía... Mientras destrozaba su croquis, se daba cuenta que en el fondo le había cogido cierta aversión, incluso repulsa. 

¡RIIING!

Tantos años a vueltas con el mismo tema, las mismas preguntas sin responder, y una desidia para con la humanidad misma, le habían hecho perder el interés sin él saberlo de forma consciente.

¡RIIING!

Así que termina de limpiar el cristal y de paso su conciencia. Le echa valor y coge el teléfono con decisión.

Al habla Franklin de nuevo. Cristock responde con un tono muy activo, con mucha determinación, más de la habitual para su carácter, quizás por el ejercicio físico realizado durante el borrado de su mural. Pero Franklin responde con todavía más firmeza; le levanta, incluso, la voz a Cris y le recrimina haberle colgado el teléfono. Este tono tan decidido de su ex colega, lejos de resultarle insultante, a Cristock le agrada de alguna forma... –Tal fogosidad no suele ir acompañada de culpabilidad.–

Franklin se disculpa, aún así y antes de nada, por el silencio durante estos años, pero sin darle a ello la mayor importancia. Entonces le dice que están frente a él, a cuatro manzanas de su edificio, "a la una en punto" en el helicóptero de la azotea. Que puede mirar con su telescopio si no le cree. Cristock mira a simple vista por la ventana pero no alcanza a ver ninguna aeronave, ni tampoco el sol a contraluz ayuda en la tarea. Así que le hace caso, a lo que Franklin espera pacientemente a que lo compruebe para su tranquilidad.

Desmantela su telescopio aracniforme y lo dirige hacia el punto indicado. Ya ni enciende el monitor al cual éste se conecta; mira directamente a través del visor incorporado, para no perder tiempo. Hace un paneo por los edificios situados a 30 grados este, en la costa. Y allí lo está, tras una "ranura" entre dos edificios cercanos. Al fondo, en lo alto de un rascacielos se encuentra el susodicho helicóptero. Hace un zoom de acercamiento al autogiro y descubre por fin a sus rivales, los dos hombres que le han quitado el sueño durante este tiempo; a él y al resto del mundo con su noticiero astronómico: August Franklin y Carlo Giovanna.

El sol casi a contraluz y la inmensidad del océano Atlántico de fondo, hacía endiosar todavía más al dúo F&G. Están acompañados de otros tres hombres, más el piloto del aparato. Uno de esos hombres está mirando hacia Cristock con unos prominentes prismáticos apoyados en un trípode. Entonces Franklin saluda con el brazo y le pregunta a Cris que si está ya convencido. Cristock le dice que espere un segundo. La absurda guerra de poderes entre ambos grupos sigue latente, por eso Cristock le hace esperar un poco más, a pesar de haberlos visto justo ya. Se hace derogar, mendigando un par de segundos más de protagonismo. Giovanna y Franklin se miran entre ellos. Cris dice que ya los ve y le pregunta que qué es lo que quieren de él.

Franklin le comenta que, a Giovanna y a él mismo, les gustaría enseñarle algo. Y también quieren poder agradecerle de alguna forma su imprescindible colaboración en lo que él llama "la Transición". Cristock pregunta de qué está hablando, pero le dice que se lo contarán por el camino... Pretenden llevar a Cristock en helicóptero hasta su centro de operaciones y allí podrá despejar algunas de las muchas dudas que "saben le están atormentando". –¡¿Estas dos ratas de alcantarilla me han estado observando incluso en mi propia casa?!–

Cristock empieza a perder los nervios y Franklin le pasa ahora el teléfono a Giovanna, quien continúa explicándole el asunto. El tono apaciguador del mayor de los tres genios astrónomos tranquiliza, desde luego, al indomable Cristock Earl. Le dice que aterrizarán en el helipuerto de su edificio en un cuarto de hora y que les encantaría verlo allí si así lo estima oportuno. Le deja claro que es decisión suya; no está obligado a nada. Sólo hacen lo que creen es lo correcto para con él. Si en quince minutos no está allí arriba, entenderán desestimada su proposición y se marcharán. En cualquiera de los casos, Giovanna le pide disculpas personalmente por todos los inconvenientes que "la Transición" le ha ocasionado y los que le ocasionarán en el futuro... Giovanna cuelga el teléfono.

Un desorientado Cristock intenta asimilar lo que acaba de pasar... Empieza a mirar a todos lados nuevamente, como si fuera a encontrar la respuesta en algún objeto de su apartamento. En realidad, refrescar la vista con distintas formas y colores es de gran ayuda para Cris. Él siempre pensó que, la visión, incluida la imaginación visual de una persona invidente, es usada por la memoria para rescatar recuerdos y aclarar pensamientos. Las infinitas figuras con sus infinitas tonalidades, ya sean reales o forzadamente imaginadas, sus luces y sombras, inclusive los barridos que se generan en el movimiento de los ojos, sirven para –abrir cajones– en el infinito mobiliario que es el cerebro, rescatando así los recuerdos y pensamientos perdidos que buscamos, con mucha más facilidad que si mirásemos una hoja en blanco.

Cris comienza a estresarse. Ya han pasado casi cinco minutos y aún no ha decidido qué va a hacer. Vuelve a mirar por el telescopio y ve cómo despega del rascacielos. No tiene tiempo para cambiarse de ropa; por suerte está recién duchado y vestido. –Ni que también eso lo hubieran calculado ¡!– No tiene tiempo para coger nada; ni tampoco se le ocurre qué llevarse... Lo que sí tiene ya claro es que se va a ir con ellos. Sólo tiene dos opciones: Quedarse en casa y no perdonárselo jamás a sí mismo, o subir a la azotea ahora mismo y cruzar tantos dedos como pueda.

Y eso hizo. Salió del piso y corrió por las escaleras de emergencia. Aunque vive en el ático, son muchas las escaleras que debe subir hasta la azotea; el equivalente a 3 plantas. Cris además no está acostumbrado a hacer ningún tipo de ejercicio, lo cual le está pasando factura ahora mismo. Cuando por fin llega hasta la puerta que da a la terraza, se detiene ante ella y coge aire. Se escucha el opaco ruido del helicóptero muy a lo lejos. Cris está sudando y no quiere que esos hombres puedan leer ningún signo corporal de desesperación. Se seca el sudor de la frente y por fin sale al exterior.

El estruendoso ruido del helicóptero y el fuerte viento, obligan a Cristock a correr una vez más hasta la aeronave, como su refugio inconsciente. Es todo tan rápido que no tiene tiempo ni de examinar las reacciones de sus ex compañeros. Nada más subir al helicóptero, el piloto despega y ambos colegas le saludan cortésmente. Franklin hace rápidamente alusión a su acaloramiento y en especial al leve sudor que, desde luego, no ha desaparecido del todo. Le presentan a los otros tres hombres; un médico y dos altos cargos de la organización secreta a la que ellos pertenecen. Cris, sin mucho interés, tan sólo mira por el lado de su ventanilla.

Vuelan por encima de la ciudad y Cristock no es capaz de quitar la vista de ella. Nunca había montado en un helicóptero y la situación le abruma, pero al mismo tiempo le hechiza como a un niño pequeño. Detesta dar esa imagen indefensa frente al dúo F&G, ahora, cuando más impenetrablemente debería actuar. Pero es que el paisaje y la suave luz que lo baña, le instigan a que se pase la mitad del vuelo hipnotizado mientras agarra con fuerza el marco de su ventanilla.

F&G no interrumpen a Cristock mientras observa embelesado el panorama. Esperan a que se habitúe y sólo entonces comienza a hablar Giovanna. Le dice que, el mundo, tal y como él lo conoce, dejará de existir en breve. Cris, a pesar del sueño que lleva acumulado durante las últimas horas, le presta ahora toda su atención. Le explica, a muy grandes rasgos, que la raza humana será "reseteada" durante la Transición. Y que no es necesario que siga dándoselas de salvador del mundo, que se relaje y disfrute de los placeres de la vida mientras pueda. –¡¿Qué- ...?!–

Cristock no puede dar crédito a lo que está escuchando del que siempre fue el más serio e inexpresivo de los tres. –¿Giovanna diciéndome que viva la vida...?– Los tres científicos, junto a los otros tres trajeados hombres, están sentados en círculo dentro del habitáculo del helicóptero. Giovanna le dice que es por su bien y que, en todo caso, en breve lo entenderá. Dice que quieren agradecérselo. Habrá una asamblea ex profeso por y para él, y quieren agradecerle su inconmensurable trabajo con respecto al Telescopio. –¿Agradecer... quién?– Le indican que ya han llegado.

Cristock mira por la ventanilla. Y ahí está Ella. Jamás había tenido el placer de contemplarla desde lo alto, más espectacular que nunca. –Así que aquí es la asamblea ésa de las narices...– La luz anaranjada del atardecer baña la imponente y viril torre de cristal con exoesqueleto metálico.

Por alguna extraña razón, Cristock se ruboriza al verla. Quizás porque acaba de sufrir una repentina e inesperada erección... –Encantado de volver a verte, mi querida Lente Espía.–

Fin del capítulo 6

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