Súbitamente, Cristock
había ideado un plan que consistía en marchar ambos a la cafetería y con suerte
alargar la cena (desayuno para Franklin) hasta que el Telescopio se apagase
automáticamente con la salida del Sol. El problema es que aún quedaban casi 3
horas, y ni el mejor político del mundo podría mantener a Franklin en contra de
su voluntad durante tanto tiempo. Pero incluso así había que intentarlo.
Todo su plan por los
suelos en cuanto Franklin recapacita y pregunta que a dónde van, que él ha
venido para ver estrellas, galaxias, “¡nebulosas!”, dice. Cualquier cosa que
esté a menos de un año luz de distancia no le interesa. A menos que esté
hablando de la “constelación Cruasán”, comenta Franklin con cierto humor
pero con decisión. Por tanto Cristock no tiene más opción que volver a su sitio
y hacerlo cuanto antes para no seguir alargando más esa tortura psicológica que
estaba viviendo. Y durante esos pocos metros que separaban la puerta de su
asiento, debía pensar un plan B; o C (o D). Quizás no hubiera si quiera un plan
posible, pues en realidad todo le había salido al revés desde que Franklin
había llegado.
Con la presión del
momento, Cristock hablaba insustancialmente mientras se acerca a su asiento y,
sin llegar a sentarse, borra las coordenadas de las pantallas para que Franklin
deje de verlas, cosa que no había dejado de hacer desde que entró por la
puerta. Introdujo entonces las nuevas coordenadas, las de la nebulosa, y se
dispuso a ejecutar la orden pero... no podía hacerlo. Recordó que, si bien la
pantalla no mostraba ninguna imagen de Tierra 2, la grabación de vídeo que
había puesto en marcha hacía unos minutos, seguía por supuesto en
funcionamiento. Por tanto, tras aquella pantalla negra y sin vida, podrían
estar ocurriendo hechos increíbles que no podía ni imaginarse; no podía porque
la presencia de Franklin le impedía pensar en ello. Pero ahora lo importante
era al menos intentar mantener la grabación en activo durante el mayor tiempo
posible, antes de ponerse con la ya odiosa nebulosa.
Entonces Franklin,
formuló la más comprometida pregunta que podía hacer en ese momento: le
preguntó por las coordenadas que había en pantalla. Pero Cristock, lejos de
dejarse asustar, aprovechó la pregunta para prolongar aún más el tiempo de la
grabación (cuanto más mejor) explicándole tranquilamente lo que estaba
haciendo, por supuesto omitiendo los detalles referentes a Tierra 2, pero sin
ocultar otros datos reales, pues Franklin lo detectaría inmediatamente. Así que
le explicó, en resumen, que estaba inspeccionando un grupo de estrellas de la
Vía Láctea. Un sencillo estudio sobre la expansión de nuestra galaxia y que
tenía pendiente desde hacía algún tiempo, pero que ya lo había terminado por
fin.
Cristock consiguió
alargar la charla lo suficiente como para aportarle algunos minutos más de
grabación, pero el monólogo resultaba tan superficial y falto de interés que
Franklin caminaba aburrido hacia la pantalla principal, como movido por
impulsos y, aparentemente, con la intención inconsciente de encender el monitor
en cualquier momento. Esto inquietaba a Cristock que, sin dejar de hablar, no
tuvo más remedio que verse obligado a presionar el botón y poner el Telescopio
por fin en localización de la nebulosa, antes de que a Franklin se le fueran
las manos más de la cuenta.
Cual fue la sorpresa
para ambos, al comprobar que el Telescopio no reaccionaba a la orden de
Cristock y, movido por la impaciencia, presionó el mismo y otros botones
repetidas veces; algunas teclas incluso fueron presionadas conjuntamente. Todo
valía con tal de quitarse de en medio la imagen de Tierra 2, ya que Franklin en
cualquier momento encendería la pantalla para ver qué ocurre, y Cristock, por
ética, no se lo iba a poder prohibir... Pero justo cuando Franklin estaba a
punto de encender el gran monitor principal, un extraño y profundo ruido
retumbó desde las entrañas del Telescopio. —¿Qué ha sido eso?— Pregunta Cristock
como si Franklin tuviera la respuesta, pero éste se limita a encender la
pantalla ante la petrificada, por inexpresiva, mirada de Cristock. Por suerte,
y desgracia, la pantalla no mostraba más que un mensaje de error, nunca visto.
Parece que los tecleos pianísticos de Cristock sobre los sensibles comandos del
Telescopio, lo habían dejado K.O.
—¿Y ahora qué hacemos?—
De nuevo Cristock delega las decisiones sobre su compañero, infructuosamente.
Desde luego no podían largarse sin más y dejar que lo reparasen los técnicos a
primera hora de la mañana. No en ese estado, con la Lente estancada mirando
descaradamente hacia Tierra 2. Siendo así, los técnicos y demás especialistas
habrían desmantelado el secreto de Cristock de la manera más tonta. Y después
del esfuerzo que había pasado por ocultárselo a Franklin durante todo el día,
dejar que eso ocurriera sería lo último. Así que, a pesar de la insistencia de
Franklin en largarse y dejar que los técnicos hagan su trabajo, Cristock acabó
apañándoselas para desbloquear algunos automatismos y mover el Telescopio a su
posición inicial. Se cerró y apagó el Telescopio un par de horas antes de lo
habitual; Cristock había conseguido borrar toda marca y coordenada de Tierra 2
de la memoria del computador. Tan sólo quedaba el vídeo que había grabado, el
cual cortó y pegó rápidamente en su tarjeta de memoria, con la habilidad de un
especialista en cartomagia, para que Franklin no se diera cuenta. Luego cogió
su memoria y la metió en el bolsillo. Esto último lo hizo en cambio sin ningún
problema ante la mirada de Franklin, pues lo último que éste habría pensado es
que ahí dentro guardara un video con imágenes de unos duendes de pelo rojo en
un planeta idéntico al nuestro hace treinta y tres mil años...
Cristock y Franklin se
despidieron el uno del otro en el aparcamiento, mientras se subía cada uno a su
coche. Franklin le echa en cara el tiempo perdido, pero avisa que volverá
pronto y que espera sea un día más provechoso que el de hoy… —¡Cuidaré de la
Lente en tu ausencia!— Pero Franklin ni sonríe mientras se aleja en su coche.
Había venido a ver la nebulosa de su compañero con gran ilusión y se había ido
sin nada, o peor, con un molesto error informático.
Cristock se quedó por
fin a solas. De nuevo el recorrido en coche a su casa le sirvió para
reflexionar sobre lo que ha visto hoy a través de la Lente. Se pasó todo el
camino pensando en el vídeo que había grabado en su tarjeta de memoria.
—¿Quiénes serán esos seres con aspecto de duende? ¿Y por qué se habrán quedado
mirando hacia arriba? Realmente me he asustado como un crío cuando los cuatro
personajes miraron al cielo. Parecía que estuvieran mirándome a mí
directamente... Vaya si lo parecía. Me sentía como un Dios; como si pudiera
hacer lo que quisiera con ellos; como si los tuviera ahí al lado mía; como si
los pudiera tocar con el dedo, o aplastarlos con mi mano si quisiera. ... Qué
sueño tengo.. tengo... Tengo que dormir de una vez. … Pero antes tengo que ver
el vídeo.—
Cuando llegó a casa,
mucho antes que de costumbre, su mujer e hija estaban aún dormidas, así que
aprovechó para sentarse cautelosamente ante su ordenador y visualizar por fin
el expectante vídeo. Introdujo la memoria, reprodujo el vídeo y...
Fin del capítulo 2
No puedo dejar de leer!
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