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viernes, 18 de julio de 2014

XIII

Súbitamente, Cristock había ideado un plan que consistía en marchar ambos a la cafetería y con suerte alargar la cena (desayuno para Franklin) hasta que el Telescopio se apagase automáticamente con la salida del Sol. El problema es que aún quedaban casi 3 horas, y ni el mejor político del mundo podría mantener a Franklin en contra de su voluntad durante tanto tiempo. Pero incluso así había que intentarlo.

Todo su plan por los suelos en cuanto Franklin recapacita y pregunta que a dónde van, que él ha venido para ver estrellas, galaxias, “¡nebulosas!”, dice. Cualquier cosa que esté a menos de un año luz de distancia no le interesa. A menos que esté hablando de la “constelación Cruasán”, comenta Franklin con cierto humor pero con decisión. Por tanto Cristock no tiene más opción que volver a su sitio y hacerlo cuanto antes para no seguir alargando más esa tortura psicológica que estaba viviendo. Y durante esos pocos metros que separaban la puerta de su asiento, debía pensar un plan B; o C (o D). Quizás no hubiera si quiera un plan posible, pues en realidad todo le había salido al revés desde que Franklin había llegado.

Con la presión del momento, Cristock hablaba insustancialmente mientras se acerca a su asiento y, sin llegar a sentarse, borra las coordenadas de las pantallas para que Franklin deje de verlas, cosa que no había dejado de hacer desde que entró por la puerta. Introdujo entonces las nuevas coordenadas, las de la nebulosa, y se dispuso a ejecutar la orden pero... no podía hacerlo. Recordó que, si bien la pantalla no mostraba ninguna imagen de Tierra 2, la grabación de vídeo que había puesto en marcha hacía unos minutos, seguía por supuesto en funcionamiento. Por tanto, tras aquella pantalla negra y sin vida, podrían estar ocurriendo hechos increíbles que no podía ni imaginarse; no podía porque la presencia de Franklin le impedía pensar en ello. Pero ahora lo importante era al menos intentar mantener la grabación en activo durante el mayor tiempo posible, antes de ponerse con la ya odiosa nebulosa.

Entonces Franklin, formuló la más comprometida pregunta que podía hacer en ese momento: le preguntó por las coordenadas que había en pantalla. Pero Cristock, lejos de dejarse asustar, aprovechó la pregunta para prolongar aún más el tiempo de la grabación (cuanto más mejor) explicándole tranquilamente lo que estaba haciendo, por supuesto omitiendo los detalles referentes a Tierra 2, pero sin ocultar otros datos reales, pues Franklin lo detectaría inmediatamente. Así que le explicó, en resumen, que estaba inspeccionando un grupo de estrellas de la Vía Láctea. Un sencillo estudio sobre la expansión de nuestra galaxia y que tenía pendiente desde hacía algún tiempo, pero que ya lo había terminado por fin.

Cristock consiguió alargar la charla lo suficiente como para aportarle algunos minutos más de grabación, pero el monólogo resultaba tan superficial y falto de interés que Franklin caminaba aburrido hacia la pantalla principal, como movido por impulsos y, aparentemente, con la intención inconsciente de encender el monitor en cualquier momento. Esto inquietaba a Cristock que, sin dejar de hablar, no tuvo más remedio que verse obligado a presionar el botón y poner el Telescopio por fin en localización de la nebulosa, antes de que a Franklin se le fueran las manos más de la cuenta.

Cual fue la sorpresa para ambos, al comprobar que el Telescopio no reaccionaba a la orden de Cristock y, movido por la impaciencia, presionó el mismo y otros botones repetidas veces; algunas teclas incluso fueron presionadas conjuntamente. Todo valía con tal de quitarse de en medio la imagen de Tierra 2, ya que Franklin en cualquier momento encendería la pantalla para ver qué ocurre, y Cristock, por ética, no se lo iba a poder prohibir... Pero justo cuando Franklin estaba a punto de encender el gran monitor principal, un extraño y profundo ruido retumbó desde las entrañas del Telescopio. —¿Qué ha sido eso?— Pregunta Cristock como si Franklin tuviera la respuesta, pero éste se limita a encender la pantalla ante la petrificada, por inexpresiva, mirada de Cristock. Por suerte, y desgracia, la pantalla no mostraba más que un mensaje de error, nunca visto. Parece que los tecleos pianísticos de Cristock sobre los sensibles comandos del Telescopio, lo habían dejado K.O.

—¿Y ahora qué hacemos?— De nuevo Cristock delega las decisiones sobre su compañero, infructuosamente. Desde luego no podían largarse sin más y dejar que lo reparasen los técnicos a primera hora de la mañana. No en ese estado, con la Lente estancada mirando descaradamente hacia Tierra 2. Siendo así, los técnicos y demás especialistas habrían desmantelado el secreto de Cristock de la manera más tonta. Y después del esfuerzo que había pasado por ocultárselo a Franklin durante todo el día, dejar que eso ocurriera sería lo último. Así que, a pesar de la insistencia de Franklin en largarse y dejar que los técnicos hagan su trabajo, Cristock acabó apañándoselas para desbloquear algunos automatismos y mover el Telescopio a su posición inicial. Se cerró y apagó el Telescopio un par de horas antes de lo habitual; Cristock había conseguido borrar toda marca y coordenada de Tierra 2 de la memoria del computador. Tan sólo quedaba el vídeo que había grabado, el cual cortó y pegó rápidamente en su tarjeta de memoria, con la habilidad de un especialista en cartomagia, para que Franklin no se diera cuenta. Luego cogió su memoria y la metió en el bolsillo. Esto último lo hizo en cambio sin ningún problema ante la mirada de Franklin, pues lo último que éste habría pensado es que ahí dentro guardara un video con imágenes de unos duendes de pelo rojo en un planeta idéntico al nuestro hace treinta y tres mil años...

Cristock y Franklin se despidieron el uno del otro en el aparcamiento, mientras se subía cada uno a su coche. Franklin le echa en cara el tiempo perdido, pero avisa que volverá pronto y que espera sea un día más provechoso que el de hoy… —¡Cuidaré de la Lente en tu ausencia!— Pero Franklin ni sonríe mientras se aleja en su coche. Había venido a ver la nebulosa de su compañero con gran ilusión y se había ido sin nada, o peor, con un molesto error informático.

Cristock se quedó por fin a solas. De nuevo el recorrido en coche a su casa le sirvió para reflexionar sobre lo que ha visto hoy a través de la Lente. Se pasó todo el camino pensando en el vídeo que había grabado en su tarjeta de memoria. —¿Quiénes serán esos seres con aspecto de duende? ¿Y por qué se habrán quedado mirando hacia arriba? Realmente me he asustado como un crío cuando los cuatro personajes miraron al cielo. Parecía que estuvieran mirándome a mí directamente... Vaya si lo parecía. Me sentía como un Dios; como si pudiera hacer lo que quisiera con ellos; como si los tuviera ahí al lado mía; como si los pudiera tocar con el dedo, o aplastarlos con mi mano si quisiera. ... Qué sueño tengo.. tengo... Tengo que dormir de una vez. … Pero antes tengo que ver el vídeo.—


Cuando llegó a casa, mucho antes que de costumbre, su mujer e hija estaban aún dormidas, así que aprovechó para sentarse cautelosamente ante su ordenador y visualizar por fin el expectante vídeo. Introdujo la memoria, reprodujo el vídeo y...



Fin del capítulo 2

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