Cristock encoleriza sin moverse de su silla. Su rostro permanece impasible, pero por dentro está chillando con fuerza. Está en verdad petrificado con lo que acaba de escuchar. No da crédito. "¿Los humanos dejarán de existir?" –Tranquilízate Cristock... Concebirás todo a continuación.–
Grimble continúa explicando lo que ya todos allí saben bien pero, a modo de memorándum, lo proclama de nuevo especialmente para hacérselo saber a su anfitrión, quien va a enterarse de ello in situ. Explana que su pueblo ha estado esperando miles de años durante la evolución del hombre, sin intervenir en su desarrollo. Dicho avance ha sido, dice, espectacular como ninguna otra especie conocida en el universo. Pero que todo llega a su fin... Explaya que de ahora en adelante dejarán de evolucionar y comenzarán a involucionar generación tras generación. Que de hecho el mundo lleva involucionando los últimos dos siglos. Dice que es normal; que ocurre con todas las especies que han conocido.
–No te sientas mal por ello, sino al contrario. Escucha.– Aclara que Cristock pertenece a una minoría que se resiste a la degradación. Que nadan a contra corriente y que por ello deben sentirse orgullosos de su esfuerzo "sobre humano". –Y tú, Cristock, has nadado particularmente lejos.– Por desgracia, continúa, la especie humana se compone de una mayoría y no de contadas excepciones. No ha habido la más mínima señal de recuperación por sí sola y por tanto se han visto obligados a intervenir... para evitar el desastre.
La raza humana y la suya propia se mezclarán en una única nueva especie.
Antes de que Cristock pueda reaccionar a lo que acaba de escuchar, Grimble le está dando paso para que se acerque al centro del escenario y él se pone en pie y camina, como impulsado por su instinto diplomático y traicionado por su instinto de supervivencia. La caminata de apenas trece pasos la vive él como a cámara lenta; siente como si fuera a presenciar algún extraño ritual extraterrestre donde él es el protagonista y la víctima. Todos los asistentes, mensajeros y personas, se ponen en pie enérgica y respetuosamente, para acto seguido sentarse delicadamente.
Cristock de nuevo cavila fugazmente sobre las costumbres y actos protocolarios de los duendes; "¿serán los mismos que los de los humanos?" Grimble le explica que en su mayoría así es. Que aplauden, saludan, sonríen (aunque nunca ríen),... Tienen un sentido del humor extremadamente ligero, prácticamente inexistente. Algunas actitudes coincide que son las mismas que las de los humanos, o similares; otras las copiaron, imitando directamente a la especie de terrícola para hacer más fácil la convivencia.
Es curioso, piensa Cristock, el sistema de comunicación telepática... No consiste en palabras y frases una tras otra, sino en puro pensamiento traspasado de uno a otro. Por lo que, información como ésta, por ejemplo, no ha tardado ni dos segundos en transmitirse y recibirse / procesarse. Y en efecto Cristock aún acaba de llega ahora junto a Grimble, situándose en el lugar señalado por éste: frente al micrófono.
Se queda en blanco unos instantes, como esperando que alguien le guíe. Se fija, durante ese incómodo lapso de tiempo, que, en la pantalla gemela situada detrás de él, emiten imágenes de la Lente Espía, desde al aire, desde el cuarto de mandos, momentos de su construcción, planos,... Cristock se siente un poco como "una vieja gloria" a la que quieren homenajear y hacerle entrega de algún premio de honor...
Todavía sin haber dicho una palabra, Cristock se sigue preguntando por qué lo han llevado hasta ahí y por qué le cuentan todo esto. Naturalmente el viejo duende le responde una vez más. –Eres lo más parecido a una estrella para nuestro pueblo.– Cristock es una personalidad, un "famoso" a vista de los mensajeros. Sus proezas como humano excepcional lo convierten en un divertimento para estos pequeños seres. Y debería alegrarse por ello pero, en cambio, la mentalidad a menudo negativa de Cristock le hace verse a sí mismo como un chimpancé que consigue asociar números con frutas ante el asombro paternal de sus primos humanos...
Pero en verdad los mensajeros idolatran y veneran a Cristock, para nada de manera condescendiente como el científico sospecha. Para ellos, que un individuo se resista al movimiento de la gran masa, tiene más valía que cualquier otro individuo de intelecto superior que no destaque entre los suyos. Pues ellos dan más crédito a los avances individuales que a las cualidades innatas, por muy superiores que estas últimas sean.
Se fija Cristock que, todo el público parece muy atento a esta pintoresca pareja "humano-mensajera" que preside el escenario. El astrónomo aún no ha abierto la boca en todo el rato, ni tampoco Grimble a rellenado el silencio con su voz. Entonces el anciano duende le explica lo que ocurre: Vista la dificultad, por otro lado presupuesta, de que Cristock se dirija al auditorio de manera fluida, Grimble ha decidido comunicarse telepáticamente con todos los asistentes. Está exponiendo las dudas del hombre al público al tiempo que clarifica las mismas tanto a él como a los demás. Esto, no cabe duda, facilita la comunicación a Cristock, aunque, también, la imagen de un salón del tamaño de un campo de fútbol, con casi mil individuos en el más absoluto silencio, hacen de éste un momento harto incómodo para él.
No obstante, visto que todos, incluidos los humanos allí sentados, parecen acostumbrados a este tipo de monólogos, Cristock continúa escupiendo sus interrogantes. Cuestiona, faltaría más, sobre la mezcla de especies a la que hacen referencia. Cuestiona por qué quieren acabar con los humanos. Cuestiona por qué dicen que involucionan. Cuestiona qué es, si es que es cierto, lo que les hace involucionar. "¿Qué es?" Qué es eso que merece tal castigo. "¡¿El qué?!" Qué tan mal están haciendo al mundo o a ellos mismos. "¡QUÉ!"
–El sexo.–
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